Gabriel y yo éramos amigos, amigos….amigos… de esos que se cuentan todo, no nos veíamos muy seguido pero cuando nos veíamos pasábamos horas y horas conversando. Después del trabajo, él iba a su segunda casa como él mismo la llamaba, la cafetería del centro, teniendo el ángel de Gabriel no le era difícil conocer a todos y más que eso que todos lo quisieran, incluyéndome yo.
Un día con cautela le pregunté a Gabriel sobre el nombre de su amigo, los había visto conversar un par de veces, me dijo: Nico. Sin más agregó - no eres la primera que me pregunta, por lo visto tiene mucha suerte con las mujeres. La segunda pregunta que hice fue la edad de Nico, Gabriel no se aguantó y con una sonrisa burlona me dijo: - Veintidós. Él sabía que su respuesta me haría dudar hasta los tobillos, y acertó. No pregunté más.
Gabriel con su cabecita loca se inventaba historias, lo mejor de todo es que todos se las creíamos. Ponía especial énfasis en las historias en las que estaba Nico, me contó que el sábado en casa de Sandra Nico se encuero todito y que permaneció borracho y desnudo por el resto de la noche hasta que una de las invitadas se lo llevó a dormir.
Sabía lo que hacía y pensaba Nico a través de los ojos y la imaginación de Gabriel. Yo exigía detalles, cada uno era invaluable, cuando regresaba a casa podía imaginar a Nico vistiendo cierta camisa, diciendo cierta frase, yendo a cierto lugar entre otras cosas. Me sorprendía repitiendo su nombre una y otra vez, y me reprochaba a mi misma esto.
Mis avances eran pocos e inútiles también, cada vez que nos encontrábamos frente a frente Gabriel nos presentaba – Nico te presento a … sin que eso ayudara mucho a mi situación. De Nico no recibía una sola palabra, de vez en cuando me veía a los ojos y levantaba las cejas en señal de saludo.
Gabriel me contó que Nico y él entraron en la discusión sobre como la sociedad programa a los individuos para cumplir con ciertos papeles útiles al capital. La discusión se extendió hasta tocar las identidades sexuales, Nico sostenía que todo esto de ser o no ser era obra del sistema. Su punto era que antes que cualquier etiqueta que se nos pusiera éramos seres humanos capaces de reconocer el amor en el alma. Gabriel siendo como es, le valió un pepino el tema, y contestó con monosílabos el resto de la conversación. Yo no lo podía creer, pero lo tuve que creer, esto era demasiado complicado para ser invención de mi amigo. Me podía imaginar a Nico genuinamente interesado en que la otra persona entendiera su punto de vista, en este caso Gabriel.
Le rogué mil veces a mi amigo que no me mencionara, pero ¿qué le voy a hacer? él tiene una cabecilla loca y no lo pudo evitar. Nico ahora sabía…
Por un par de semanas dejé de frecuentar los lugares en los que nos encontrábamos esperando que la efervescencia de la indiscreción de Gabriel se apaciguara. Era Lunes y los lunes siempre me daban la impresión de volver a empezar, así que decidí ir a la cafetería en la que Nico trabajaba esperando y no… encontrarlo.
Seria aparentando compostura me acerqué al mostrador, al no ver a Nico pude respirar tranquila, pedí mi café y me senté en una mesa, de la nada apareció Gabriel y sin más se sentó en mi mesa haciéndome dejar mi libro a un lado, mi sensación de alivio duró poco, de detrás de unas cajas salió Nico…con paso firme y sin apartar la mirada de mi se acercó a la mesa en la que estábamos Gabriel y yo. Yo moría… cuando llegó a la mesa, Gabriel se levantó para saludarlo, él recibió el abrazo sin dejar de mirarme a los ojos, juro que me estaba abrazando a mí, no entiendo ¿por qué? Gabriel se quedó de pie ambos me daban la cara, Nico corrió su brazo derecho por el pecho de Gabriel, no me había dejado de mirar, levantó una ceja y con las yemas de sus dedos acariciaba el pezón izquierdo de Gabriel, era un movimiento lento y circular. Él me miraba para registrar mi reacción, yo lo podía sentir, ¡Nico me estaba tocando a mi!. Crucé las piernas y fue peor, me puse roja… roja…y me reía sin sentido, pensaba en lo ridícula que me veía, Nico no parpadeaba y no me quitó la mirada de encima, seguía acariciando-me a Gabriel.
Estúpidamente me disculpé, tomé mi bolsa y dejé mi café a medio tomar y mi libro sobre la mesa, después de caminar dos cuadras todavía podía sentir el tacto de Nico sobre mi pecho.
Fabiola
Marzo, 2005
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